Con base en el artículo anterior, mi amigo el puma y yo aspiramos a haber creado un consenso en torno a cómo el antiguo oficio de la mendicidad ha ido "evolucionando" hacia un modelo de negocio que caracteriza por igual a todas nuestras ciudades. En esta segunda parte nos adentramos un poco más en el misterio de "el monstruo"...
A la flecha del "amor" la dispara un inconsciente...
de lo contrario no habría tanta desgraciada gente
No me aparto (incluso apoyado en experiencias propias) de que nadie que lleve una vida "normal" está exento de sufrir percances. Por eso la descripción que va a comenzar busca similitudes entre la protagonista y lo que sería una vida normal, a ver hasta dónde llegamos.
Érase una vez una pobre muchachita californiana, normalita ella, muy del común. Esta pobre muchachita tuvo un maridito. Muchas lo tienen o lo han tenido, lo que es, digamos, normal. La pobre muchachita con el pasar de los años se quedó sin su maridito, quizá lo aburrió. Normal, muy normal... muchas otras también aburren a sus consortes hasta que no soportan más. La muchachita vive con mami porque como no le han salido muy bien algunas cosas, les va mejor así. Más o menos normal, conocemos casos así, pues muchas veces el palo no está para cucharas. Lo certifica un "bon-bril" senior con bastante experiencia. Pero hay más: la muchachita no trabaja... supuestamente alguna vez lo hizo, en una institución para enfermos mentales, y desde entonces quedó con una supuesta lesión de espalda que no le permite volver a trabajar. Uhmmm... bueno... digamos que... si asumimos la incapacidad como cierta, la situación se pone ya menos normal... "color de hormiga", dicen por aquí.
Ahora con lo que sigue el cuento no solo tiene un mal color sino además un pésimo olor: a la muchachita desde hace algún tiempo le dio por dárselas de madre, aun sabiendo que no había con qué. A sus 33 años ya traía detrás una colección de seis errores, de los cuales dos o tres sufren algún tipo de discapacidad o retardo. Ya comienza a revelarse el lado oscuro de esta historia... la damisela vivía muy tranquila por cuenta de las ayudas ($) del gobierno debidas a su situación de andar sola con media docena de ruidosos a cargo, y de ñapa, al hecho de que entre ellos hubiera chicos con discapacidades (+$).
La cosa se pone peor ahora. Ya con anterioridad este semoviente se había sometido por puro antojo al procedimiento de fertilización in vitro. Para continuar dando rienda suelta a su supuesto "instinto maternal", repitió el experimento el año pasado con la complacencia de algún médico que, sin entrar a evaluar el perfil de la solicitante, se limitó a practicarle sin dudar un nuevo procedimiento. Las normas para tales prácticas recomiendan no implantar (en mujeres de su edad) más de dos embriones, pero este fulano sin ningún reparo apostó de una vez con seis. Por cosas de la vida dos de esos engendritos se duplicaron dejando el saldo del chistecito en ocho... en algún momento alguien pudo haberle sugerido "salir de unos cuantos", pero al parecer se negó argumentando supuestas creencias. Me pregunto en qué podrá creer semejante demente, aparte de sus propios intereses... mientras hace creer a todo el mundo que simplemente "le encantan los niños".
Los dejo con una reflexión prestada para el intermedio, mientras viene la siguiente parte...
Érase una vez una pobre muchachita californiana, normalita ella, muy del común. Esta pobre muchachita tuvo un maridito. Muchas lo tienen o lo han tenido, lo que es, digamos, normal. La pobre muchachita con el pasar de los años se quedó sin su maridito, quizá lo aburrió. Normal, muy normal... muchas otras también aburren a sus consortes hasta que no soportan más. La muchachita vive con mami porque como no le han salido muy bien algunas cosas, les va mejor así. Más o menos normal, conocemos casos así, pues muchas veces el palo no está para cucharas. Lo certifica un "bon-bril" senior con bastante experiencia. Pero hay más: la muchachita no trabaja... supuestamente alguna vez lo hizo, en una institución para enfermos mentales, y desde entonces quedó con una supuesta lesión de espalda que no le permite volver a trabajar. Uhmmm... bueno... digamos que... si asumimos la incapacidad como cierta, la situación se pone ya menos normal... "color de hormiga", dicen por aquí.
Ahora con lo que sigue el cuento no solo tiene un mal color sino además un pésimo olor: a la muchachita desde hace algún tiempo le dio por dárselas de madre, aun sabiendo que no había con qué. A sus 33 años ya traía detrás una colección de seis errores, de los cuales dos o tres sufren algún tipo de discapacidad o retardo. Ya comienza a revelarse el lado oscuro de esta historia... la damisela vivía muy tranquila por cuenta de las ayudas ($) del gobierno debidas a su situación de andar sola con media docena de ruidosos a cargo, y de ñapa, al hecho de que entre ellos hubiera chicos con discapacidades (+$).
La cosa se pone peor ahora. Ya con anterioridad este semoviente se había sometido por puro antojo al procedimiento de fertilización in vitro. Para continuar dando rienda suelta a su supuesto "instinto maternal", repitió el experimento el año pasado con la complacencia de algún médico que, sin entrar a evaluar el perfil de la solicitante, se limitó a practicarle sin dudar un nuevo procedimiento. Las normas para tales prácticas recomiendan no implantar (en mujeres de su edad) más de dos embriones, pero este fulano sin ningún reparo apostó de una vez con seis. Por cosas de la vida dos de esos engendritos se duplicaron dejando el saldo del chistecito en ocho... en algún momento alguien pudo haberle sugerido "salir de unos cuantos", pero al parecer se negó argumentando supuestas creencias. Me pregunto en qué podrá creer semejante demente, aparte de sus propios intereses... mientras hace creer a todo el mundo que simplemente "le encantan los niños".
Los dejo con una reflexión prestada para el intermedio, mientras viene la siguiente parte...
Nos vamos a reproducir y abarcar el mundo hasta sobrepoblarlo, acabaremos con todos los recursos de este planeta... ¿Y luego qué? ¿Nos tragamos los billetes?