Qué pena que los tenga a punta de pan viejo, este fue el último que encontré de los vestigios de aquella otra válvula de escape, ya desaparecida, y que justamente pasó a la historia con esta nota como última entrada, hace exactamente cuatro años. En un intento por superar el guayabo dejado por la pérdida de Pinina, quise llenar el vacío con una nueva experiencia... lo demás es historia.
Aquí vamos otra vez, mientras escucho repetidamente la última adquisición musical, inspiración de mi artista favorito.
Alguna vez leí o escuché de alguien que los lamas, cuando tienen que buscar a la siguiente encarnación del que los ha abandonado momentáneamente mientras transita a otro cuerpo (el Dalai Lama, por si no me hice entender), comienzan a vagar por ahí (en el sentido de andar errantes por aquellas tierras de oriente , no en el de mamar gallo, tan arraigado por estas otras) en busca de un crío el cual, como parte de una de las pruebas que lo revelarían como el sucesor del desencarnado, al estar delante de una variedad de elementos (juguetes, me dijeron), habrá de elegir justamente aquel o aquellos por los cuales el anterior líder, es decir el mismo maestro en su vida anterior, mostró marcada preferencia. Déjenme decirles que eso muestra que el Dalai Lama y yo, modestia aparte, somos unas almitas de Dios, si nos podemos dar el lujo de conservar algunos de nuestros juguetes hasta nuestra vejez. Hoy día por defecto las madres modernas consideran que si su nene no es una mier** al tratar las cosas, animales y/o personas, es porque algo anda mal y está condenado a ser un tarado. El brillante es el que más curiosidad destructora muestre. Por eso aquí jamás va a haber un Dalai Lama, sospecho.
Y bien, qué tiene que ver el señor calvito de las sandalias y las gafitas en todo esto? Nada, pero la pasé rico escribiendo el párrafo anterior, sobre todo al poder rajar una vez más de esos seres de apariencia semi-humana que son pequeños en estatura pero enormes en peligrosidad.
Mentiras... no es del todo cierto... lo de la falta de relación del maestro tibetano con el tema. Lo de los mocosos sí lo sostengo. La idea que quiero redondear es que me había creado una gran expectativa, casi tan grande como la de los lamas, en este tiempo que anduve imaginando por dónde vagaba (sí, erraba) el alma de ese ser tan especial que habitaba en mi anterior mascota. Quise haber tenido más tiempo para ocuparme personalmente de la tarea, pero por una vez en la vida he confiado totalmente algo tan serio a alguien más: a mi adorable y nunca suficientemente ponderada costillita, quien de hecho ya había tomado parte en el proceso cuando hace casi doce años nos topamos con mi "primogénita". Esta vez estoy confiando en que su criterio sea el correcto en la decisión que nos atará a este mundo por los próximos (ojalá bastantes) años. Y si mis lectores me conocen en un aspecto clave ya supondrán que no estoy hablando precisamente de seres supuestamente racionales que anden en dos patas. No señores, claro que no. Estoy hablando de seres maravillosos que, al estar en cuatro patas, son poseedores de un mejor y más cercano contacto con este planeta del que podemos tener nosotros, viles devastadores que acabamos con todo lo que se cruza, como bien lo dijo el agente Smith (nuevamente yo y mis referencias a "The Matrix").
Estoy hablando de los primeros acercamientos con un barrigón que se durmió en mis brazos la segunda o tercera vez que me vio, y que ya está empezando a darse cuenta de a quién podrá desarmar sólo con mantener esa expresión que por ahora lo asemeja tanto conmigo, en opinión del pequeño círculo de amistades que ya han podido verle en una simple foto de teléfono móvil. Estoy hablando de mi próximo tamagotchi de carne y hueso.
Un canino saludo...