Sí, ya se que la imagen que abre esta entrada es un desperdicio. Podría decirse que la culpa es del fotógrafo, pero tengo varios argumentos atenuantes en defensa de mi amigo el puma: en principio, esta fotografía no fue tomada decentemente, con una cámara, como debe ser, sino con el bendito celular que se cree cámara (tema frente al cual comparto la opinión del estimado Iván Marín). Sumen a la falta de flash la circunstancia de que ya era de noche, para que vayan entendiendo. Sin embargo habrá quien diga que nada de lo anterior es excusa para no haber podido evitar que la foto quedara movida. Aquí expongo mi argumento final: esta foto fue tomada en Bogotá.
No se si en donde usted viva, señor lector, le haya pasado, pero por estos lares es pan de todos los días encontrar avisos como el que inspiró esa foto, publicados en las entradas de almacenes y centros comerciales, en los que se prohiben cosas como fumar, ingresar con mascotas y tomar fotografías. Claro, es normal la reglamentación que destierra a los fumadores, y en cierto grado entiendo que las fotos que se toman algunos se acercan mucho a la misma presentación que tiene una cagada de perro, aunque no comparto que por eso se discrimine a las mascotas, al fin y al cabo he visto peores animales cruzar las puertas de tales establecimientos y nadie les ha negado el paso. Pero en lo de las fotos me cuesta bastante estar de acuerdo, pues a cualquier aficionado a la fotografía se le está tratando tácitamente como un potencial terrorista (me imagino que esa debe ser en el fondo la base de tal prohibición). Si no fuera así, entonces ¿a qué temen? ¿de qué se protegen? ¿de que se divulguen los "espectaculares" precios de las "promociones"? ¿o están cuidando el pudor de las atractivas impulsadoras que reparten las degustaciones?
No tengo idea, pero esta generalizada paranoia es un golpe bajo contra la tradicional fotografitis de la que sufre la mayoría de nuestra calentana población. Aún recuerdo planes tan familiares como el de ver en la mesa de al lado en la plazoleta de comidas a una familia haciendo maromas para caber en la foto que dejarían como prueba de que ese día (y sólo ese) habían llevado a la matrona de la casa a comerse algún plato típico. ¿Qué será de los álbumes familiares y las cámaras, condenadas al paranoico olvido? Ahora al estilo de los juzgados gringos en los casos famosos que veíamos en los noticieros, tocará andar con un dibujante que capture la casual atmósfera de tan mágicos instantes. Y a los más serios, que no andamos con esas pendejadas, se nos cohibe de sacar a pasear lo que siempre hemos visto como un inocente pasatiempo en desprevenidas caminatas.
Cuenta mi amigo el puma que una vez le metieron un sustico por eso, años atrás, cuando aún se distraía con su cámara de rollito y se le ocurrió la brillante idea de meterse en un "exclusivo" sector a fotografiar un pequeño paisaje sobreviviente al acoso de la jungla de cemento, y conocido como "Quebrada La Vieja". Nuestro amigo esa tarde estuvo a punto de ser tratado como si a la vieja la hubiera "quebrado" él. Habría caminado una o dos cuadras después de tomar las fotografías cuando le dio alcance en una motocicleta el que parecía ser un miembro de la escolta de algún hijo de encopetada madre que vivía por ahí, quien con aire amedrentador le fue pidiendo documentos, datos personales y explicaciones de qué era lo que andaba haciendo. Poco faltó para emular la clásica escena del gorila abriendo o rompiendo la cámara para destruir las tomas hechas a los capos de la familia Corleone. El atolondrado y desprevenido fotógrafo-transeúnte sólo atinaba a pensar si con esa misma valentía reaccionaría aquel primate ante una amenaza real.
Desde entonces, cada vez que esta puta ciudad, como dice Fito Páez, pone ante sus ojos algún banquete visual urbano de esos que le gustaría perpetuar o criticar, mi amigo el puma sueña con el día en que sus maltrechos ojos puedan ser reemplazados por una vista al estilo Robocop, con la que no toque encuadrar, enfocar, obturar, ni nada, solamente observar y ya. En aquella ocasión de marras, algunas de las fotos se echaron a perder (a tal grado llegaba la mala energía del "tira" aquel, que sin necesidad de abrir la cámara se iba tirando el rollo). En la actualidad, el afán de no ser interrogado hace que fotos como la que encabeza esta nota queden movidas. Ahora sí, ¿nos disculpan?.
Pero seguiremos tomando fotobombas, por el bien de este blog...!
ResponderEliminarYo estoy más en desacuerdo que usted con eso de prohibir tomar fotos en sitios como almacenes porque esa prohibición menoscaba el derecho a la divulgación de la información. Pero la razón más probable para ponerse a lanzar esa prohibición es tratar de evitar que los errores en marcas de productos, descripciones y similares lleguen a algunos grupos de Facebook en donde las empresas quedan "boleteadas" porque bastante gente les ve los errores, especialmente el grupo Colombianadas fotográficas.
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